Hay días en los que el arte fluye… y otros en los que ni siquiera sabés por dónde empezar. Si estás en uno de esos momentos en que todo parece estancado, no te preocupes: la creatividad no se apaga, solo necesita un respiro y un poco de mimo.
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Soltá la exigencia: no todo lo que crees tiene que ser una obra maestra. Permitite jugar, probar y equivocarte.
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Cambiar el medio: si siempre pintás, probá con collage, bordado o texturas. Tu mente necesita estímulos nuevos.
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Conectá con tus sentidos: encendé una vela, prepará tu té favorito y poné música suave. Crear también es un ritual sensorial.
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Inspirate en la naturaleza: salí a caminar y observá las formas, los colores, las texturas. Todo eso puede transformarse en arte.
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Recordá tu “para qué”: cada vez que creás, te estás reconectando con una parte esencial de vos misma.
Crear no siempre significa producir. A veces, el acto más creativo es permitirte detenerte, observar y volver a empezar desde otro lugar. Tu arte te está esperando.

